Los vecinos de Joe no podían dejar de notar el creciente número de niños que llegaban a su casa cada mes. Aunque la comunidad admiraba su generosidad, corrían rumores sobre la inusual frecuencia de las nuevas incorporaciones a su familia. La gente especulaba sobre sus motivos, pero nada les preparaba para la verdad que pronto saldría a la luz. Una llamada de sus propios hijos al 911 lo cambió todo.
El primer niño que Joe adopta es un niño de diez años llamado Timmy, que había estado entrando y saliendo de hogares de acogida. Timmy, con sus ojos esperanzados y su sonrisa cautelosa, se encariña enseguida con Joe. "Ahora estás a salvo", le dice Joe acariciándole suavemente la espalda. Cuando Timmy se instaló en su nuevo hogar, no pudo evitar una sensación de estabilidad que nunca había conocido.
El amable comportamiento de Joe hace que Timmy se sienta seguro de inmediato, y los vecinos alaban inicialmente a Joe por su generosidad. "Tienes un corazón de oro, Joe", dijo una mañana la señora Thompson. Timmy, que se iba adaptando poco a poco a su nueva vida, pasaba las tardes jugando en el jardín. Joe se le unía a menudo y sus risas resonaban por todo el vecindario. Todos creían que Joe estaba haciendo algo maravilloso por Timmy.
Joe matricula a Timmy en la escuela local y participa en actos comunitarios para integrarlo. En la reunión escolar, Joe presenta a Timmy a otros padres. La Sra. Clark, la profesora, asegura a Timmy: "Todos estamos contentos de tenerte aquí". Timmy empieza a hacer amigos y asiste a las ferias de fin de semana con Joe. El vecindario observa, convencido de que Joe está proporcionando a Timmy la vida familiar que siempre mereció.
A finales de mes, Joe vuelve a visitar tranquilamente el orfanato en busca de otro niño para adoptar. "¿Otro, Joe?", le pregunta la trabajadora social, enarcando una ceja. Joe asiente, respondiendo en voz baja: "Tengo sitio para uno más". El personal del orfanato se conmueve por su dedicación. Lo que no saben es que éste es sólo el principio de las frecuentes visitas de Joe, cada una de ellas envuelta en misterio.
Timmy siente una inquietud espeluznante cuando Joe vuelve a casa con más niños, intuyendo que algo no va bien. A altas horas de la noche, oye a Joe susurrando por teléfono, las palabras demasiado apagadas para entenderlas. "¿Va todo bien, Joe?" pregunta Timmy. Joe sonríe, pero no le llega a los ojos. "Por supuesto, Timmy", responde Joe. Pero la sensación de inquietud no desaparece, persiste en las sombras.
A los dos meses, Joe trae a casa a una tímida niña de ocho años llamada Sarah, que se aferra a Timmy en busca de consuelo. "Esta es Sarah", le presenta Joe, mientras Timmy le tiende la mano. Sarah, que apenas levanta la vista, aprieta con fuerza los dedos de Timmy. "No pasa nada, ahora somos amigos", le asegura Timmy. Noche tras noche, Sarah sigue de cerca a Timmy y su actitud silenciosa preocupa a todos los que la conocen.
Sarah apenas habla y Timmy empieza a volverse más solitario, alarmando a los vecinos. Una mañana, la señora Thompson saluda a Timmy con la mano, pero él aparta la mirada apresuradamente. "Hay algo diferente", comenta a una amiga. El silencio de Sarah y el retraimiento de Timmy se convierten en la comidilla del pueblo. La gente empieza a preguntarse por qué los niños parecen inquietos, y sus elogios iniciales hacia Joe van dando paso poco a poco a la curiosidad y la duda.
Los miembros de la comunidad discuten sobre aumentar las campañas de donaciones para apoyar a Joe, a pesar de la inquietante dinámica. "Deberíamos ayudarle más", sugiere Carter en una reunión municipal. Los fondos y los suministros llegan a raudales y Joe los acepta amablemente. "Gracias a todos, esto significa mucho", dice a la multitud. Aunque las conversaciones en torno al café empiezan a incluir dudas y preguntas, el impulso para apoyar a Joe sigue siendo fuerte.